El karate se define como un “sistema de combate sin armas de origen japonés… con el objetivo de derribar al contrario mediante golpes secos dados con el canto de las manos, los codos y los pies”. Esta definición se toma como punto de partida para la actuación propuesta para este proyecto. La austeridad y la ausencia de “armas” son la esencia de unos espacios calmados donde el reciclaje, la luz y las preexistencias ponen en valor cada una de las actividades a desarrollar en estas instalaciones.

El eje del proyecto radica en las dos grandes salas diáfanas contiguas, proyectualmente planteadas como opuestas, separadas por una gran celosía de madera de inspiración japonesa que genera un constante contrapunto y reafirma el concepto. Tratando de llevar esta premisa al máximo, los colores utilizados se presentan opuestos según el programa previsto para cada una de ellas. La disciplina y el caos.

En resumen, hemos tratado de convertir un centro de entrenamiento en un espacio multifuncional que pueda albergar todo tipo de eventos, creando unos espacios capaces de adaptarse a diferentes situaciones sin perder de vista la función para la que fueron previstos.